Chopitos medievales.

El antropólogo e historiador Lord Edward pasó algunos años años de su adolescencia en un villorio medieval. Esto fue mucho antes de mostrar el más mínimo interés por ambas disciplinas -que luego fueron el motor de su vida- y por los chopitos -deleite de su existencia-.

Su encuentro con los maravillosos octópodos -que dan sentido a la vida de cada vez más personas- se produjo en dicha localidad, de caserío pobre pero rica en historia y en tabernas...

Caminaba Lord Edward por entre los vericuetos de sus calles cuando escuchó una voz que en lo profundo de un portal dijo:

- Unaaaa de chopitos!

Ótra respondió, como si de una canción se tratase...

- Marchando!

ESto ya puso en alerta a tan distinguido gentleman que por curiosidad se acercó... era el interior del Bar Río Rojo...

- Efraín, vienen o no vienen esos chopitos?

- Un día de estos te vas a comer la bandeja, pero la loza, mamón!... Cocina! que pasa con esos chopitos?

- Repito, te copio te copio, oído cocina, unaaaa de chopitos!

La bandeja se deslizó por el pasaplatos hacia la barra...

- Muy buenos días! (dijo Lord Edward, mientras se apretaba un bonito ejemplar de chopito que en el trayecto había salido de la bandeja y se había quedado en la barra)

- Que va a ser?

- Pues supongo que antropólogo...

- Anda, mira tu, el jodío inglés este... que qué quiere tomar...(?)

- Ah, un té con leche y si pudiera ser unas pastas.

Efraín un poco contrariado, le espetó:

- Aquí ni pastas ni ostias, aquí cañas, vinos, patatas fritas, gintonics y chopitos y a tomar por culo... que te has creído hijo de la Gran Bretaña, que esto es la Victoria Station esa? Esto es Bar Río Rojo, mi puta casa y aquí no hay infusiones ni leches, y pasta la que vas a aflojar ahora mismo por el chopito que te has manducao, que aquí son "sagraos"!

Por paradójico que parezca, ese día tras aflojar cinco libras por un chopito, bajo la amenzante mirada de toda la parroquía de la casa de Efraín, Lord Edward comenzó a amar a los chopitos...
Saludos chopiteros!